lunes, 14 de noviembre de 2016

Gemelos

De nuevo en casa de un desconocido o conocido, ya no lo sé, recorro la habitación de mi víctima, que estúpidos son algunos humanos que consideran seguros espacios que son más inseguros que quedarse desnudo en mitad de Sodoma y Gomorra. Escucho pasos en el pasillo, la llave en el cerrojo, preparo mi cuchillo y me siento en el sofá
-¿Eres Lucía Winckett?, arqueo la ceja para aparentar tranquilidad
-Sí, ¿usted quién es, que hace en mi casa?
-Lástima nena, te llegó la hora. La tomé del cuello y le perforo la yugular, la vi desangrarse poco a poco, vi como sus ojos fueron perdiendo la chispa de la vida, cuando estuvo totalmente muerta, cogí su cuerpo y lo hice rodar por el suelo, hasta que quedó boca arriba, tomé mi cuchillo y dejé mi marca, a continuación, llamé a la policía que al llegar me miraron con humor diciéndomen:
-Señor, debería tomarse la pastilla, en ese instante me desperté envuelto en sudor con las manos temblando, con esa sed inexplicable y totalmente excitado, aturdido saco mis piernas de la cama y me dirijo a la cocina, saco la botella de whisky y me tomo un trago, algo en el sueño hizo que los sentimientos ocultos dentro de mí volvieran a nacer, culpa, confusión pero el peor de todos era el deseo: deseo de sangre, Marcelo Olivares había vuelto.
Marcelo Olivares es lo peor que pueda existir, cabe destacar como dato importante que yo era Marcelo bueno soy ahora, me costó mucho matar a Marcelo después de lo que él casi me llevó a cometer, por eso desde entonces vivía oculto en una destartalada casucha a las afueras de Newcastle, oculto de todos a los que podía poner en peligro, llegó un momento que dentro de esa soledad Marcelo se fue alejando, hasta esa noche en la que Nicolás se atrevió a recordar, ese fue el primer paso de la recaída.
Sin poder evitarlo Marcelo se pone su traje negro, se mira al espejo con aire de suficiencia y sale a la calle. Nicolás intenta retenerlo, pero quien manda ahora es Marcelo.
Marcelo sabe a dónde ir, lleva un buen tiempo queriendo ir allí, el bar moscorrofio tiene todo lo que él busca: sexo, mujeres, dinero, más sexo y por último y más importante: personas inferiores en todo a él para matar. Con su porte de Dios griego se dirige hacia la barra atrayendo por supuesto las miradas de varias señoritas y algunos caballeros, no puede evitar sonreír a lo que Nicolás dentro de su mente le espeta <<cerdo engreído>> pero Marcelo no presta atención, solo se sienta en la silla y con la voz ronca y varonil pide al camarero un whisky en las rocas, su bebida favorita, el camarero eficiente se la sirve enseguida, él la toma, se toma unos minutos en olerla para después beber, sintiendo el delicioso escozor en su garganta, al levantar la mirada del vaso se da cuenta que la mitad de las féminas están conteniendo un suspiro, excepto una, parece que se está riendo de él cosa que le agrada a Marcelo quien está deseoso de un reto, termina su bebida de un trago, y con voz autoritaria le señala al camarero donde debe servirle la siguiente ronda, con paso decidido se acerca a la chica y cuando por fin la tiene en frente le dice con su ya tan conocido tono seductor:
-Veo que la divierto, ya que lo hago, por lo menos merezco saber el nombre de la mujer a la que estoy alegrando la noche
-¿y quién le ha dicho a usted que es el causante de mi risa?, podría estar riéndome por algo que he leído, recordado o visto
-sin embargo a la persona que miraba era a mí, así que no pudo haber leído nada en su teléfono, tampoco trae un libro y respecto al recuerdo, son solo eso recuerdos referentes al pasado pero casualmente estamos en el presente así que es atemporal si lo hiciese
-¿Esa es su forma de ligarse a una mujer?, no creo que surta efecto
-Se equivoca, la forma en que yo ligo a una mujer es…mejor se la enseño, y sin decir más Marcelo toma a la desconocida, la atrae hacia sí y la besa permitiéndose explorar esa boca tan impertinente, ella recibe el beso sin objeción, lo cierto es que esa noche quiere permitirse una aventura pasajera, de todas formas a la mañana siguiente no estaría allí, el beso en cuestión va subiendo de intensidad, hasta que el camarero los interrumpe informándole a Marcelo que su copa está lista, él no mira con enojo, toma la copa se la bebe de un trago, le da un billete al camarero se acerca a su oído y le susurra en un perfecto latín: <<Ego istuc curabo postea>>, el camarero sorprendido se retira lo más rápido posible temiendo por su vida o peor aún por su masculinidad, Marcelo vuelve a besar a la desconocida, a continuación la toma de la mano y se la lleva a su auto con rumbo a su casa.
Al llegar al lugar, la desconocida se sorprende por el estado de la casa, algo deteriorada pero con el resplandor de una mansión del siglo XVIII, Marcelo aprovechando que se distrajo saca el arma del coche y se la pone detrás de su pantalón para cuando acabara con ella, la misteriosa chica del bar que con ese beso quebrantó su propia maldad.
Al entrar, la desconocida tomó a Marcelo de improviso besándolo de la manera más candente posible, él dejándose llevar por el impulso de ella, la llevó al cuarto donde alguna vez sintió algo por su difunta esposa Eleonora, la tumbó a la cama y sin ningún preámbulo la desnudo, vanagloriándose al tenerla tan expuesta delante de él, así la noche fue pasando y Marcelo con cada vez que hizo suya a la desconocida que en momento de pasión le dijo su nombre: Tatiana, fue dejando de ser Marcelo para volver a ser Nicolás, tanto fue lo que impactó Tatiana a Marcelo que a pesar de haber podido dispararle cuando ella se quedó dormida, él no lo vio necesario, acababa de conocer algo más satisfactorio que quitarle la vida a alguien, acababa de descubrir el amor, con esto Nicolás pudo liberarse del recuerdo de su hermano gemelo muerto, por fin dejo ir a Marcelo.
A la mañana siguiente Tatiana despertó en los brazos de él, le acarició el rostro y con sus ojos llenos de lágrimas lo beso y le dijo:
-Gracias por volver Nicolás, gracias por elegirme a mí.

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