De
nuevo en casa de un desconocido o conocido, ya no lo sé, recorro la habitación
de mi víctima, que estúpidos son algunos humanos que consideran seguros
espacios que son más inseguros que quedarse desnudo en mitad de Sodoma y
Gomorra. Escucho pasos en el pasillo, la llave en el cerrojo, preparo mi
cuchillo y me siento en el sofá
-¿Eres
Lucía Winckett?, arqueo la ceja para aparentar tranquilidad
-Sí,
¿usted quién es, que hace en mi casa?
-Lástima
nena, te llegó la hora. La tomé del cuello y le perforo la yugular, la vi
desangrarse poco a poco, vi como sus ojos fueron perdiendo la chispa de la
vida, cuando estuvo totalmente muerta, cogí su cuerpo y lo hice rodar por el
suelo, hasta que quedó boca arriba, tomé mi cuchillo y dejé mi marca, a
continuación, llamé a la policía que al llegar me miraron con humor
diciéndomen:
-Señor,
debería tomarse la pastilla, en ese instante me desperté envuelto en sudor con
las manos temblando, con esa sed inexplicable y totalmente excitado, aturdido
saco mis piernas de la cama y me dirijo a la cocina, saco la botella de whisky
y me tomo un trago, algo en el sueño hizo que los sentimientos ocultos dentro
de mí volvieran a nacer, culpa, confusión pero el peor de todos era el deseo:
deseo de sangre, Marcelo Olivares había vuelto.
Marcelo
Olivares es lo peor que pueda existir, cabe destacar como dato importante que
yo era Marcelo bueno soy ahora, me costó mucho matar a Marcelo después de lo
que él casi me llevó a cometer, por eso desde entonces vivía oculto en una
destartalada casucha a las afueras de Newcastle, oculto de todos a los que
podía poner en peligro, llegó un momento que dentro de esa soledad Marcelo se
fue alejando, hasta esa noche en la que Nicolás se atrevió a recordar, ese fue
el primer paso de la recaída.
Sin
poder evitarlo Marcelo se pone su traje negro, se mira al espejo con aire de
suficiencia y sale a la calle. Nicolás intenta retenerlo, pero quien manda
ahora es Marcelo.
Marcelo
sabe a dónde ir, lleva un buen tiempo queriendo ir allí, el bar moscorrofio
tiene todo lo que él busca: sexo, mujeres, dinero, más sexo y por último y más
importante: personas inferiores en todo a él para matar. Con su porte de Dios
griego se dirige hacia la barra atrayendo por supuesto las miradas de varias
señoritas y algunos caballeros, no puede evitar sonreír a lo que Nicolás dentro
de su mente le espeta <<cerdo engreído>> pero Marcelo no presta
atención, solo se sienta en la silla y con la voz ronca y varonil pide al
camarero un whisky en las rocas, su bebida favorita, el camarero eficiente se
la sirve enseguida, él la toma, se toma unos minutos en olerla para después
beber, sintiendo el delicioso escozor en su garganta, al levantar la mirada del
vaso se da cuenta que la mitad de las féminas están conteniendo un suspiro,
excepto una, parece que se está riendo de él cosa que le agrada a Marcelo quien
está deseoso de un reto, termina su bebida de un trago, y con voz autoritaria
le señala al camarero donde debe servirle la siguiente ronda, con paso decidido
se acerca a la chica y cuando por fin la tiene en frente le dice con su ya tan
conocido tono seductor:
-Veo
que la divierto, ya que lo hago, por lo menos merezco saber el nombre de la
mujer a la que estoy alegrando la noche
-¿y
quién le ha dicho a usted que es el causante de mi risa?, podría estar riéndome
por algo que he leído, recordado o visto
-sin
embargo a la persona que miraba era a mí, así que no pudo haber leído nada en
su teléfono, tampoco trae un libro y respecto al recuerdo, son solo eso
recuerdos referentes al pasado pero casualmente estamos en el presente así que
es atemporal si lo hiciese
-¿Esa
es su forma de ligarse a una mujer?, no creo que surta efecto
-Se
equivoca, la forma en que yo ligo a una mujer es…mejor se la enseño, y sin
decir más Marcelo toma a la desconocida, la atrae hacia sí y la besa
permitiéndose explorar esa boca tan impertinente, ella recibe el beso sin
objeción, lo cierto es que esa noche quiere permitirse una aventura pasajera,
de todas formas a la mañana siguiente no estaría allí, el beso en cuestión va
subiendo de intensidad, hasta que el camarero los interrumpe informándole a
Marcelo que su copa está lista, él no mira con enojo, toma la copa se la bebe
de un trago, le da un billete al camarero se acerca a su oído y le susurra en
un perfecto latín: <<Ego istuc curabo postea>>, el camarero
sorprendido se retira lo más rápido posible temiendo por su vida o peor aún por
su masculinidad, Marcelo vuelve a besar a la desconocida, a continuación la
toma de la mano y se la lleva a su auto con rumbo a su casa.
Al
llegar al lugar, la desconocida se sorprende por el estado de la casa, algo
deteriorada pero con el resplandor de una mansión del siglo XVIII, Marcelo
aprovechando que se distrajo saca el arma del coche y se la pone detrás de su
pantalón para cuando acabara con ella, la misteriosa chica del bar que con ese
beso quebrantó su propia maldad.
Al
entrar, la desconocida tomó a Marcelo de improviso besándolo de la manera más
candente posible, él dejándose llevar por el impulso de ella, la llevó al
cuarto donde alguna vez sintió algo por su difunta esposa Eleonora, la tumbó a
la cama y sin ningún preámbulo la desnudo, vanagloriándose al tenerla tan
expuesta delante de él, así la noche fue pasando y Marcelo con cada vez que
hizo suya a la desconocida que en momento de pasión le dijo su nombre: Tatiana,
fue dejando de ser Marcelo para volver a ser Nicolás, tanto fue lo que impactó
Tatiana a Marcelo que a pesar de haber podido dispararle cuando ella se quedó
dormida, él no lo vio necesario, acababa de conocer algo más satisfactorio que
quitarle la vida a alguien, acababa de descubrir el amor, con esto Nicolás pudo
liberarse del recuerdo de su hermano gemelo muerto, por fin dejo ir a Marcelo.
A
la mañana siguiente Tatiana despertó en los brazos de él, le acarició el rostro
y con sus ojos llenos de lágrimas lo beso y le dijo:
-Gracias por volver
Nicolás, gracias por elegirme a mí.
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